Trascender el miedo

by | Ene 7, 2024 | Blog | 0 comments

La Real Academia Española lo define como la emoción de sentir angustia por un riesgo o daño, que puede ser real o imaginario… qué mejor ejemplo para esto que las películas de terror.

Una película de terror te pone en el borde de la silla -o te hunde en lo profundo de ella-, con la piel erizada, las pupilas dilatadas, la presión arterial por los cielos y los nervios de punta. Tu cuerpo no sabe que lo que estás viendo no es real, por lo que activa todos sus mecanismos de defensa para protegerse.

Lo mismo ocurre cuando uno cree que algo malo nos va a pasar, aún cuando no ha pasado. Por ejemplo, de muy niña vi la película ‘IT’ y durante mucho tiempo tuve que saltar casi un metro para poder subirme a la cama, con tal de no dejar mis tobillos al alcance del vacío oscuro que había debajo de mi cama 🤡🙄

Me sentía físicamente aterrada y preocupada de que algo que yo no podía ver me fuera a agarrar las piernas. Ese momento del día era un suplicio. Física, mental y emocionalmente, mi cuerpo me imploraba volver a lo que hoy sé llamar mi “zona de confort”.

Y es que todos tenemos nuestra propia zona de confort, que está compuesta no sólo por lo conocido, nuestro entorno y las personas que lo habitan, sino que también por nuestros propios hábitos, conductas repetidas, emociones y pensamientos a los que estamos acostumbrados. Se le llama así porque nos da una sensación de estabilidad, pertenencia y seguridad, que nos recuerdan lo conocido y lo familiar.

Y si nos toca salir de esta zona, en el mejor de los casos nos produce incomodidad, pero también nos puede dar angustia, incertidumbre, inseguridad, e incluso miedo paralizante. Y es más común de lo que imaginamos.

Y es que, ¿quién no ha sentido miedo al cambio, a lo diferente, a lo nuevo, a lo desconocido, a la incertidumbre? Y lo diferente y desconocido puede tener distintas formas y colores, de acuerdo a las experiencias que hayamos tenido. En mi caso, comencé a viajar sola por el mundo desde muy joven, con la ingenuidad y valentía de una adolecente sin amarras. Para mí, quedarme quieta en un mismo lugar era sinónimo de desconocido e incertidumbre. Y mi zona de confort eran los aeropuertos, hostales, y nuevos amigos por doquier.

Normalmente, la zona de confort se va construyendo desde nuestra infancia, y así es como nos programamos biológica y psicológicamente para alejarnos de lo que nos saca de lo familiar y aferrarnos a lo que ya sabemos, para así preservar nuestro sentido de bienestar y mantenernos en control.

El inconveniente es que si queremos crecer personal y profesionalmente, la única forma de hacerlo es sintiendo todas esas emociones, saliendo de nuestra zona de confort, atravesando la zona del miedo para avanzar a la del aprendizaje, para llegar a la del crecimiento. Y es que sólo crecemos si aprendemos, y sólo podemos aprender si nos exponemos a cosas nuevas. Pero para eso, hay que tomar algunos riesgos.

Ahora, si eres emprendedor o quieres emprender, probablemente los miedos no son sólo al cambio y lo desconocido, sino que también al fracaso, a tomar riesgos, a no tener el apoyo económico para hacerlo, a decepcionar a otros, a comprometerse, entre varios otras.

Muchas veces hay miedos detrás de los miedos. Cuando comencé a emprender con Ancla Latam en 2017, temía que a nadie le interesara lo que estaba haciendo: no conseguir seguidores, clientes o colaboradores, y esos miedos se disfrazaron de miedo a no conseguir financiamiento, lo que me terminó por paralizar y abandonarlo todo.

Pero como dice la escritora e ilustradora N.M. Parga: “Trascender el miedo no es no tener miedo, es tener la valentía de reconocerlo y sentirlo con la confianza de que puedes atravesarlo con tu luz.”

Entonces, después de mucho leer, escuchar y experimentar, tengo mis propios pasos que me han servido para trascenderlo:

  • Primero, me pregunto, ¿a qué le tengo miedo? ¿De qué potencial riesgo o peligro me estoy queriendo proteger?
  • Luego, analizo objetivamente qué tan riesgosa o peligrosa es la situación o los resultados de la decisión que quiero tomar, así como también los resultados positivos que me podría traer.
  • Cuando me doy cuenta que la balanza se inclina a mi favor, esbozo un plan de acción. Identifico todas aquellas cosas que tendría que hacer para lograr lo que quiero hacer.
  • Si son muchas, priorizo y elijo una. Sólo una -así disminuyo los riesgos de dejar todo botado a la mitad por sobre saturación. Así que procuro partir por la que tenga la repercusión más alta en la mayor cantidad de aspectos. Cuando ya está incorporada, tomo una segunda, y así sigo avanzando.
  • De manera paralela, voy aprendiendo a navegar en mi zona de crecimiento, por más incómodo que pueda ser en un inicio. Sé que las emociones de incertidumbre, inseguridad y miedo sólo durarán lo que me demore en adaptarme y generar nuevas zonas de confort.
  • Y por último, aunque también de forma paralela y complementaria a la anterior, desarrollo estrategias que me ayuden a superar el miedo. Estrategias que me permiten sentir mis miedos en vez de huir de ellos, honrando lo que me ha traído hasta aquí pero también el futuro que quiero construir. Por ejemplo, la meditación, la respiración consciente, hacer ejercicio, journaling, conversar con otras personas sobre mis miedos (amigos y profesionales), son algunas de las técnicas que me han servido para sobrepasarlas y no guardarlas. ¡Pero hay muchas más!: la danza, la música, el arte, el mundo outdoors, interactuar con animales, etc.

Este post es mi primero, porque hace años me siento transitando en vaivén entre mi zona de miedos y de aprendizajes, y este es el año en el que decidí que el miedo no me frenaría más, para alcanzar mi máximo potencial, aunque eso signifique ser vulnerable. ¡Porque el que no arriesga, no gana!

Y tú, ¿de qué potencial riesgo o peligro te estás protegiendo hoy que te impide avanzar?

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